Alianzas de boda unidas en un abrazo
Alianzas abrazadas
Dos alianzas unidas en una: la suya y la de su esposo, que ya no está. Un proyecto con una idea muy pura, que las alianzas se unieran en un abrazo y el oro fluyera entre ellas.
He tenido las alianzas en el taller desde antes de la baja de maternidad. Iban a ser el primer encargo que haría tras la vuelta, para que llegaran a tiempo para llevarlas en la boda de su hija este verano.
Una boda, ahora retrasada. Una baja de manternidad muy diferente a lo que esperaba. Unos meses que nadie nos hubiéramos imaginado así.
Los meses en los que aún no podía trabajar en el taller pensaba mucho en cómo hacer esta pieza. Me parecía que era un trabajo más de taller que de diseño, de ver cómo el fuego iba transformándolas. De sentir más que de proyectar. Pero no podía dejar pensar en ellas, esperándome.
El fuego funde la superficie y el oro pasa de una a otra. En ese momento hace un tintineo, la superficie empieza a hacer ondas, y entonces, el oro fluye.
Por otro lado, cuando volví, no me atrevía a tocarlas. Me asustaba que el fuego no se comportara como recordaba. Porque iba a ser un proceso sin vuelta atrás.
Lo importante era el simbolismo, más que la apariencia. Quería que estas alianzas estuvieran realmente unidas por un abrazo.
Lo que decidí en esos meses de pensar en ellas fue que no podía cortarlas, sólo tocarlas con el fuego. Quería que fuera muy puro, que se fundieran entre ellas, abrazadas.
Tampoco podría achicar la de él para adaptarla al dedo de ella. Quería que el tamaño de su mano siguiera presente, abrazando a la suya.
Me pidió que respetara los grabados y esto me obligó a unirlas de dos maneras diferentes: soldadas en la zona del grabado y fundidas en el resto. Lo que en un principio me hizo dudar por la coherencia con la idea de que se fundieran entre sí, resultó ser muy simbólico también. Porque el grabado, con su fecha, te lleva al día de la boda, cuando se unieron por primera vez. De este modo las alianzas permanecen como en ese día.
Veía cómo al aplicar la llama de fuego tan intensamente, el oro de las dos alianzas se comenzaba a fundir y pasaba de una a otra. En ese momento hace un tintineo, la superficie empieza a hacer ondas, y entonces fluye. La textura que se queda al enfriarse es algo grumosa y en otras ocasiones la he trabajado para suavizarla, pero aquí me pareció que debía de quedarse la marca de dónde el oro había fluido
El fuego hacía que la unión de soldadura de los aros originales se resintieran y empezaran a abrirse, como heridas. Como las que quizá llevar este anillo hará al recordar. Por eso no quise taparlas, tan solo protegerlas con soldadura.